El culto a Marduk. La evolución teológica durante el II milenio a.c.

Si bien el origen de las creencias hacia el dios Marduk sigue siendo una incógnita, no cabe duda  que su éxito religioso fue en paralelo a la progresiva importancia comercial del enclave de Babilonia. Incremento de importancia que proviene de su inicial estatus como colonia comercial sumeria en la ruta  hacia el noroeste y que vio engrandecida su transcendencia como consecuencia del progresivo deterioro, por cuestiones naturales y comerciales,  de los puertos marítimos en las desembocaduras del Tigris e Eufrates, así como de las rutas hacia el Golfo Pérsico. El giro del comercio mesopotámico hacia el norte,  y el incremento de la riqueza que tal situación generaba,  fue el detonante económico del afianzamiento de su divinidad patronal.  Una divinidad patronal que todos los indicios nos conducen a la adoración de un dios solar, no ya solamente por ser su nombre la posible corrupción de una denominación del dios sumerio-acadio Utu,  damar-ud o «Joven Toro del Sol» sino también por las referencias hacia sus creencias dentro del culto asirio. Culto asirio que lo identifica con Meslamtea (VA 08917, 40), relacionándolo con la «faceta oscura» del dios Sol, aquella que transcurre cuando el dios «baja al inframundo» en su recorrido nocturno desde Poniente a Levante.  Aunque, y como nos apunta DDD, en sus primigenios orígenes fuera denominado en sumerio como «amar.uda.ak»,  o «Joven Toro de las Tormentas»,  sin ninguna acepción solar, lo que  exclusivamente indicaría la deriva  de su personalidad divina desde el IV-III milenio a.c.  hasta el II-I milenio a.c. y su adscripción a renovadas creencias.

La coyuntura en Mesopotamia en el II milenio a.c.  se  nos presenta de un modo complejo. Por una lado,  el  periodo que corresponde a los años que van desde 2004 al 1595 a.c.,, y que comprende el final de la  III dinastía de Ur y el final de la I Dinastía Babilónica, la Baja Mesopotamia será testigo de las incursiones y  posterior conquista del poder por parte de los diferentes  clanes amorritas. Clanes o tribus nómadas de semitas occidentales que posteriormente se vieron envueltas  en las luchas de las dinastías intestinas amorritas de Isin y Larsa por el control supremo de Sumer y Akkad. Éste periodo concluirá con la final preponderancia de la I dinastía, también amorrita, de Babilonia, 1894-1712 a.c.  a manos de Ammu-Rapi/Hammurabi, 1792-1750 a.c., y que nos acerca al momento del ascenso a la  posición suprema del panteón mesopotámico por parte del dios Marduk, como así nos relata en el Enuma-Elish. Si bien, como aclara J. Botteró,  aunque progresivamente fue sustituyendo a la triada sumerio-acadia Anu, En-lil, Ea, de forma institucional, el pueblo siguió conservando por largo tiempo,  sus anteriores creencias hacia Ishtar, la diosa-madre,  y hacia el genuino dios solar supremo semita, Shamash. 

El final de la dinastía amorrea de Babilonia a manos de los hittitas y la posterior cesión de su capital a los kassitas – Los kassitas se supone que son pueblos nómadas procedentes de la meseta iránia que penetraron en Mesopotamia cruzando los Montes Zagros y que avanzaron hacia Babilonia a través del Valle del Diyala fundando el reino de Khana/Hana – como fruto de su alianza ante el auge de los hurritas/mitannos en Shubartu, dio como solución una nueva soberanía sobre Esagila.

Presentación simbólica de Marduk en un kudurru. Aparece un altar ó asiento sobre el que figura una lanza que se acompaña de  un mušhuššu,  o dragón cornudo, acostado 1099-1082 a.c. British Museum.

Con el retorno desde Khana de la estatua de Marduk al templo de Esagila, tras el expolio de la ciudad veinticuatro años antes a manos del primer soberano de la dinastía kassita, Augum II, se cierra un periodo de incertidumbre y abandono tras la destrucción hittita. El periodo kassita babilónico, 1571-1156 a.c., supone una continuación y una reafirmación del culto a Marduk en Babilonia, siendo en este momento cuando se establece el definitivo «ciclo cultural» dedicado a la figura del dios, protagonizando en exclusiva las festividades del «Año Nuevo». De éste modo, aunque se mantenga el panteón establecido por el Enuma Elish amorreo, se  produce una evolución de las creencias que las hará diferenciarse del modelo anterior como fruto de una nueva sensibilidad social y cultural.  Estamos ante la evolución de unas creencias desde  un dios solar vinculado a la justicia divina sobre lo terrenal que aplica y establece penas y las aplica, de carácter semita, hacia un divinidad protectora ante los avatares humanos, tanto físicos como morales.  Evolución que  tal vez  estuviera influenciada por el  carácter indoeuropeo del mismo pueblo kassita y su forma de afrontar un periodo aquel de severas dificultades en el devenir general babilónico.

Ya en épocas anteriores, como consecuencia del tránsito desde divinidades ctónicas paleo-neolíticas a las astrales semitas, se había producido una modificación en las personalidades de los entes divinos mesopotámicos hacia conceptos representativos de cualidades morales del hombre. Durante el periodo kassita, esta «transformación» de las improntas divinas se acentúa, como relata M. Liverani, encaminándose hacia un «dios personal único y todopoderoso» y que define el afianzamiento de los credos nómadas. De ésta guisa,  que el creyente establece un vinculo personal con la divinidad, considerándola como su «confidente» y el destinatario único de sus plegarias y sacrificios, pues se trata de la  único ser, si bien e un principio existía la potestad de escogerlo entre la extensa relación del panteón mesopotámico,  que hará posible su sanación o salvación en detrimento de los avatares que le toca vivir. Esta variación teológica queda reflejada en el texto kassita «Ludlul Bel Nemequi» En este relato, el héroe, un hombre piadoso  es despojado de su salud y riquezas por los dioses sin mediar falta alguna,  siendo Marduk, mediante su mediación, quien restituye a Shusbi–meshrû-Shakkan tanto salud como hacienda –. y que refleja una reflexión, en un contexto babilónico antes mencionado de sinsabores tras la derrota sufrida, sobre la iniquidad de los dioses. Diatriba que salvaguarda sus creencias hacia las divinidades mediante la conclusión del  haber cometido una afrenta a los dioses sin ánimo o sin conocimiento de ella , como así queda  reflejado en  los rituales de los «Textos Shurpu» en la liturgia exorcista kassita. – Conceptos que son extensibles al dogma hebreo en particular muy similar y al semítico occidental en general – y que trastoca una antigua máxima de la  Creciente Fértil: «La de dios humillado por las armas terrenas, dios apartado».

Otro precepto incipiente en la relación del hombre con lo divino, es el binomio Bien/Mal de clara influencia indoeuropea. El creyente se siente objeto de una lucha entre  unas «fuerzas negativas» que le acosan y las «fuerzas positivas», que mediante rituales y plegarias, pueden contrarrestarlas – Hasta ahora los dioses hacían y deshacían a su antojo y capricho sin  que en ningún momento fueran considerados como «seres malignos» o «seres benignos»,. Exclusivamente eran dueños y señores con derecho a vidas y haciendas, y que influían en  éstas  en función de su atributo moral o natural –  A raíz de la anterior bifurcación teológica, y por primera vez en la Baja Mesopotamia,  aparece el concepto de «demonio«, un ente que será hijo de los dioses, y por tanto con un origen divino, que será la representación de unos padecimientos mundanos tanto físicos como económicos y cuyo propósito es el castigo  ante una «ausencia de moralidad». Tales comportamiento éticos emanan de unas conductas establecidas por los propios dioses – Los infortunios surgían como consecuencia de una culpa o infidelidad hacia el dios. Se suponía que únicamente la voluntad del dios protector era la que permitía que las invocaciones de brujas y hechiceros, u otros dioses, a los demonios provocadores de padecimientos llegaran a fin – que además incorporarán otras conceptos de tipo mágico y adivinatorio propios también de culturas provenientes de Anatolia y la meseta iraní, como pudieran ser el caso de las maldiciones reflejadas en los «kudurru«.

En contraposición a los seres malignos, nos encontramos a la pareja bienhechora personal: El «Ilu» y la «Ishtaru». El «Ilu» viene a representar al dios o  la «Bienaventuranza Divina» ,volviéndonos  a encontrar una nueva posible referencia al topónimo «Babilonia» y a su dios solar Marduk como «Babbar-ilu-um» o «Lugar  del bienhechor brillante».  La «Ishtaru»  o «Diosa de la Fortuna», y  que suele ser la pareja del dios y a la que se unen otros dioses menores de carácter benéfico, caso de los «lamašu» y los «shedu»– Como nota anecdótica decir que los shedu ó «keruba» son el origen, en plural,  del término hebreo «querubín» –

Marduk. Parcial nueva impresión de un cilindro-sello. Siglo IX a.c. Imperio neo-asirio.

Dicho esto y tomando de nuevo el hilo de la relación de la dinastía kassita y Marduk, habría que decir que realmente la soberanía kassita nunca tuvo al dios patronal de Babilonia como adalid. En principio, y así parece en la representaciones artísticas y en los títulos reales, – Como era el  de «shagin [d]Enlil-la»  que viene a significar el «administrador de En-lil», así como otros similares.. Aunque, muy posiblemente, habría que interpretar que se trata del dios Buriash kassita en el papel de «En-lil»  –  así como la relevancia que Nippur, residencia de En-lil, tuvo en esta época. Esta situación cambio con la definitiva derrota de la soberanía kassita de Babilonia por el reino de Elam y su posterior conquista  por  parte de Nabû-kudurru-usur I, 1125-1103 a.c. de la II dinastía de Isin.

Es de anotar que durante el transcurso y conclusión del periodo kassita-babilónico, la ciudad de Babilonia, como consecuencia de la labor de sus templos, adquirió un halo de «Ciudad Santa»  como cuna de erudición tanto teológica como en otras artes sacerdotales. Halo que se vio favorecido por una veneración sin fisuras al dios del templo de Esagila por parte de la dinastía reinante de Isin/Pasha que deseaba desterrar de la Baja Mesopotamia cualquier afecto hacia un dios En-lil, como sosias  del dios Buriash y al que se  ligaba a la derrotada de la dinastía kassita, como así lo reflejan  los retomados títulos reales como «Sol de Babilonia», título amorreo, y «Príncipe Amado de Marduk». Desde el punto de vista teológico y tras la caída en desgracia de En-lil, Marduk  aumentó  sus adjetivos retomando sus atribuciones de dios universal y único.

« …Ninurta es el  Marduk del azadón; Nergal es el  Marduk de la batalla; Zababa es el Marduk de la contienda;  Enlil es el Marduk de la majestad y del consejo;  Nabu es el Marduk auditor; Sin es el Marduk que ilumina la noche; Shamash es el Marduk de la Justicia; Adad es el Marduk de las lluvias… » Pasaje de himno a Marduk, (CT 24, 50, BM 47406, obverse) Periodo Neo-Babilónico.

Referencias:

«El antiguo Oriente Próximo: Historia, Sociedad y Economía» Mario Liverani (1995)

«El fin del segundo milenio» E. Cassin, J. Botteró, J. Vercoutter (1976)

Imágenes:

biblemuseum.blogspot.com

7 pensamientos en “El culto a Marduk. La evolución teológica durante el II milenio a.c.

  1. Muchas gracias Lamentira, la verdad es que no encontrado momento ni tema adecuado para seguir escribiendo. 🙂

    ¿Las vacaciones..? «Monacales,, por muchos y diversos temas » je,je. Aunque he tenido tiempo para hacer unos cientos de kilómetros en «bike».

    Saludos y nos «vemos» pronto.

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