La Eucaristía como Teofagia. El ritual: Evolución simbólica del canibalismo afectivo.

Nos dice la tradición órfica que, al principio, el ser humano se hallaba en el grado de la animalidad y la antropofagia sin que lo rigiera ley alguna, si exceptuamos la del más fuerte (Orph., Fr. 641). Sin embargo, un dios, Dionisios, se apiada de la Humanidad y le envía a las diosas portadoras de las leyes, que acaban con tales comportamientos, a la vez que la instruye sobre las prácticas agrícolas. El acontecimiento de abandonar el consumo de tal carne y comenzar con los alimentos que le daba la tierra, supondrá un ideario de civilización para la sociedad del hombre.

Francisco_de_Goya,_Saturno_devorando_a_su_hijo_(1819-1823)

«Saturno devorando a un hijo». Pintura al óleo sobre revoco. Francisco de Goya. Año 1819-1823. Museo del Prado (Madrid)

El relato mitémico anterior, es un pequeño resumen de lo que supuso la generalización de la actividad de la Agricultura durante el periodo Neolítico, al suponer un nuevo ordenamiento socio-económico en el proceder cultural de la Humanidad. Por otro lado y de igual manera, hace mención a una práctica, el canibalismo, que se extendía como antigua costumbre y común suceso ritual durante el Paleolítico. Ésta entrada hará referencia a la simbiosis de ambos episodios culturales y que evolucionados, se extenderán hasta hoy en día.

Para entender ésta vinculación, debemos acercarnos al pensamiento de filósofo sueco de origen prusiano E. Cassirer (1874-1935) . Cassirer nos habla que el hombre, ante su dominio del medio, no puede escapar a sus propios logros. De hecho, no le queda más remedio que aceptar dichos preceptos ancestrales, por lo que no vive realmente sólo en el «universo físico», sino  que también  los hace dentro de un «universo simbólico» superpuesto, donde el lenguaje, las ceremonias, el arte y la religión constituyen una parte fundamental de sus vidas. Todo progreso en  el pensamiento, y/o experiencia afín al raciocinio, por absurdo que pudiera suponer, refuerza este entramado. Tal es así, que parece como si la «realidad física», retrocediera en la misma proporción en que avanza ese marco simbólico. En lugar de tratar con la mera realidad de las cosas, el ser humano  tiende a «conversar» con ese mundo que el mismo ha creado. Se ha  visto envuelto, de forma tal, en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, que no puede percibir o conocer nada, sino es a través de ese medio artificial que el mismo ha creado durante milenios.

En el transcurso de entradas anteriores sobre Oriente Próximo, hemos hablado del «sentido horizontal» de las creencias pre-neolíticas natufienses que se extendieron por la «Creciente Fértil» y el Mediterráneo Oriental. Unas creencias, que en el Natufiense Antiguo, años 12500- 11000 a.c. aprox., no se distinguían de los anteriores cultos paleolíticos y Geométrico-Kebarienses: Cultos a la fertilidad humana, personificado en la «Diosa-Madre»;  culto a los ancestros como censores y fuente vital de lo vivos; la consideración de ciertos «animales totémicos» como representación particular y propia de las virtudes de los diferentes clanes, a los que habría que añadir la general divinización de diferentes aspectos de la Naturaleza y rituales asociados – Ejemplo pudiera ser los restos humanos del parco osario exhumados en Göbekli Tepe Apoyando tal hipótesis sobre el tipo de roturas óseas en los restos encontrados con la intención de extraer los tuétanos –  a  la existencia de un «canibalismo ritual».

El fenómeno del canibalismo – uno de los mayores, si no el mayor tabú cultural occidental – ha atraído desde siempre la curiosidad del ser humano, especialmente del hombre occidental, pero no solo, toda vez que esta práctica es asimismo rechazable en otros países y culturas – como se puede comprobar sobre todo desde los siglos XVIII y XIX en la literatura y en el XX y comienzos del XXI también en el cine –. La civilizada y ordenada mentalidad occidental ha relacionado dicho fenómeno o bien con culturas primitivas y salvajes, bárbaras en el sentido moderno del término, o bien con comportamientos perturbados o con situaciones de extrema necesidad. Dicho esto, de los sucesos de canibalismo en la Humanidad se tiene constancia de ellos en los albores de los tiempos. Hace 800.000 años, en la cueva de la Gran Dolina,  dentro del deposito de restos de los festines de éste gran asentamiento de homínidos ubicado en el yacimiento de Atapuerca, se han encontrado el testigo del mas antiguo acontecimiento encontrado, de lo que viene a llamarse como «antropofagia gastronómica», en seis cuerpos:  Los huesos de dos niños, dos adolescentes y dos adultos jóvenes aparecen troceados, con marcas de descarnado y golpes producidos por utensilios de piedra.

Dejando de lado la ancestral antropofagia alimenticia, – Práctica , que de alguna manera, aún conservan nuestros «primos lejanos» homonoideos, caso del chimpancé y descartados, a efectos de nuestro relato, casos actuales de «antropofagia de supervivencia» – el canibalismo ritual puede ser dividido en «exocanibalismo», alimentarse de extraños o enemigos, y «endocanibalismo», devorar a propios o bien comerse partes de uno mismo. Si bien la división mas acorde con ésta exposición coincidirá mas con las proposiciones presentadas por Sagan, 1974, donde el canibalismo ritual se faceta entre «canibalismo agresivo», extraños y enemigos, y «canibalismo afectivo», tragarse, y éste matiz es importante.., consanguíneos o amigos, ya sean en vida o fallecidos – Determinados «pactos de sangre», donde individuos comparten o beben, «tragan», la sangre  mutua, podría ser un ejemplo de tales rituales. La épica germana de los «Nibelungos» también nos habla como el año 437, los burgundios bebieron la sangre de sus caídos antes de su victoria ante los hunos, con la idea de imbuirse valor –. Si bien, ambas anteriores prácticas, pueden englobarse en una idea de «comer para adquirir o conservar» determinados aspectos éticos, físicos, y etcétera, del individuo ritualizado, y que en la vertiente de «adquisición», está sobradamente expuesta en la mitología greco-romana con los casos de Zeus y Metis o de Saturno y sus hijos, entre otros. 

« Y wə-’ā-ḵal-tā /tragarás el pri/ fruto de tus entrañas, la carne de tus banim/ hijos y de tus banot/hijas, los cuales Hashem Eloheicha / Hashem de los Ancestros te concedió, en el Matzor/Pacto con dios,  en situaciones desesperadas, en las cuales tus enemigos te acechen. Por tal razón, el ish/hombre que es sensible entre vosotros, y muy piadoso, su ojo será hostil hacia su hermano, hacia su eshet kheyk / mujer de su seno (esposa), y hacia el resto de los banim que le quedaren. Así, el no dará a ninguno de ellos (enemigos) la carne de su banim/ descendencia al tragársela, porque nada el habrá dejado del Matzor, en las situaciones desesperadas en las que tus enemigos te acecharan en todos tus she’arim/aljamas. La mujer sensible y piadosa en medio de ti, la cual nunca se atrevió «a poner la planta de su pie sobre la tierra», de pura delicadeza y ternura,  será hostil hacia su ish kheyk / hombre de su seno (marido), hacia su ben/ padre y hacia su bate/madre, hacia su hermana menor, y (hacia) los «salidos de entre sus pies», hacia los hijos que diera a luz, a los cuales tragará. Ella los comerá, en situaciones desesperadas, como cosher/ alimento permitido (kósher en yiddish), por todas las secretas cosas del Matzor, en las que tus enemigos te acecharan en todos tus she’arim. Si no quieres ser shomer/ guardián y cumplir kol divrei hatorah hazot/ las palabras de ésta Ley que están escritas en éste sefer/ Libro, que tu mayor temor éste en el gloriosa y poderosa Shem/ Esencia de las Cosas, Hashem Eloheicha » Deuteronomio, 28; 53-58. Biblia Ortodoxa Hebrea.

El anterior pasaje del Deuteronomio, suceso que también se cita en 2 Reyes 6, 26-30,  es una posible exposición de ese canibalismo afectivo. Por un lado, tal acción permite «conservar»  los aspectos heredados de sus respectivos linajes ancestrales, al devorar tanto a descendientes como ascendientes, y por otro, niega a los enemigos la posibilidad de conseguir tales dones.  El hecho que se nombre en el texto a Hashem Eloheicha como el epónimo de dios, Hashem, vinculado a los Elohim o ancestros divinizados, así como su nombramiento como garante deífico de tal suceso, es una prueba evidente de ello. Unido a lo anterior y en igual sentido, el pasaje bíblico hace referencia al «Matzor», su significancia como pacto con los ancestros y su vinculación con la natividad, como dádiva de los Elohim, – Aquí podríamos hablar de la «fisonomía reencarnativa» de las tradiciones  hacia la «Diosa-Madre» del Mediterráneo Oriental Levantino y su probada adaptación a los dogmas de las religiones semítico-occidentales –  a la vez  que lo relaciona con las conversiones teológicas neolíticas hacia divinidades agrícolas. Recordemos que el vocablo hebreo «matzo», o «matzah», hace referencia al pan ácimo de la «Fiesta del Pésaj»  – Pretérito Pésaj, o Yom Hahu, que se constituiría posiblemente alrededor del día dieciséis del mes de Nisan, el primer mes del tradicional calendario babilónico-hebreo lunisolar – y que se oficiaría en fechas coincidentes con el equinoccio de otoño, concurriendo al tiempo de la general semítico-occidental «Festival de la Cosecha», donde se renovaría el pacto  entre Adonoi o Tzemach Hashem,  el «Hashem Fecundo» (Isaías 4;1-4), y las diferentes tribus de Israel, y coincidiendo con una peregrinación al Templo de Jerusalem. Si bien,  con la definitiva adopción de la tesis yahwistas en el siglo VII a.c. por parte de los hebreos, la fiesta pasaría a acontecer en primavera, haciendo referencia a la epopeya del Éxodo y su simbolismo.

sabazius

Representación en bronce, anverso, del gesto de la «benedicti latina» del dios solar de procedencia tracio-macedonia Sabazius. Aparece sentado sobre la cabeza de un carnero y coronado por un cuerno. También aparecen, entre otros, sus símbolos como dios de la agro-naturaleza: La serpiente, la piña, así como una ofrenda de pan y vino. Procedente de Pompeya II. Casa de Sextilus Pirricus.

A similitud del relato órfico, y que añade un correlación mas de dogmas religiosos a lo largo de la costa oriental mediterránea, en  Egipto se decía de Osiris, el rey y dios, que había abolido el canibalismo, como parte de su identidad con dios del grano y la agricultura. De alguna forma, el culto a Osiris  hace constancia de esa «sustitución alimenticia» al centrar sus rituales en  el consumo  pan y cerveza,  ya que su festivales se sustentan en «comerse» al dios en sus formas «liquida» y «sólida», su cuerpo y su sangre. No en vano, su mismo ciclo mitológico nos habla, de manera simbólica, de un grano, el rey Osiris, «despedazado» y posteriormente «reconstruido y manipulado» – Para que el grano molido se transforme en alimento debe ser molido en harina, luego manipulado para hace masa,  fermentado y luego cocido en el «Horno de la Fertilidad»: La diosa Isis –  para convertirse en un dios que salvará de la muerte a la Humanidad. Por otro lado, Osiris no deja de ser un dios afecto a los ciclos agrícolas, a igual que lo fueron Baal, Adonoi, Haddad/Haddu, Teššub o Dumuzid/Ningišzida, etcétera – Si bien, cada uno afecto a sus propias circunstancias biológicas: Lluvias para los dioses agrícolas del Levante Mediterráneo y Anatolia, la cuenca del Nilo para los egipcios y las vicisitudes de la cuenca del Eufrates y Trigris para los mesopotámicos -, por lo que están sujetos a los dogmas mitémicos de «muerte» y «resurrección», su «·pacto anual de renovación divina» en espera de la siguiente cosecha,  y que se contempla en la «fecundización», por su mano,  de la «Diosa de la Fertilidad»: La Naturaleza.

« Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mi y yo en él » Juan 6: 53-56. Biblia Católica Nacar-Colunga. 

Llegados a éste punto, algún avispado lector podría llegar a la conclusión que existe una relación entre el «canibalismo afectivo» y la teofagia en su vertiente ritual agrícola, como forma de asegurarse la «vuelta del dios», que la hay, y ésta a su vez con los principios de la eucaristía cristiana, que la tiene, mas no desde la perspectiva que en un primer momento pudiera suponerse.

A comienzos de la Edad del Hierro, siglo XIII-XII a.c., y tras la «Época Oscura» en Oriente Próximo y el Mediterráneo Oriental, salvo en algunos pocos casos que citaremos, no hubo una línea de continuidad  socio-política respecto al periodo anterior. Nacen nuevas realidades políticas cuyas estructuras sociales están más de acuerdo con factores de identidad «nacional» lingüística y religiosa,  en sus usos y hábitos, y que podrían coincidir, o no, con una  determinada realidad política  y que se contrapondrán a  los criterios territoriales y/o burocráticos de la Edad del Bronce anterior (C.G. Wagner, 1999). Anexo a éstas tendencias, y como no podía ser de otra manera, la religión tuvo también su episodio de «revolución».

« …Ninurta es el  Marduk del azadón; Nergal es el  Marduk de la batalla; Zababa es el Marduk de la contienda;  Enlil es el Marduk de la majestad y del consejo;  Nabu es el Marduk auditor; Sin es el Marduk que ilumina la noche; Shamash es el Marduk de la Justicia; Hadad es el Marduk de las lluvias… » Pasaje de himno a Marduk, (CT 24, 50, BM 47406, obverse) Periodo Neo-babilónico. Siglo VII-VI a.c. 

A finales de periodo kassita-babilonio, siglo XII a.c., esta “transformación” de las improntas divinas se acentúa, como relata M. Liverani, encaminándose hacia un “dios personal único y todopoderoso”. De ésta forma,  el creyente establece un vinculo personal con una divinidad única que hará posible su sanación o salvación en detrimento de los avatares que le toca vivir. Esta variación teológica queda reflejada en el texto kassita “Ludlul Bel Nemequi” – En este relato, el héroe, un hombre piadoso  es despojado de su salud y riquezas por los dioses sin mediar falta alguna,  siendo Marduk, mediante su mediación, quien restituye a Shusbi–meshrû-Shakkan tanto salud como hacienda –. y que reflejaba una reflexión sobre la iniquidad de los formatos divinos anteriores.  En ésta nueva relación entre el hombre y lo «divino», aparece  también el binomio «Bien/Mal» en su expresión de lucha entre las «fuerzas negativas» que le acosan y las «fuerzas positivas» que, mediante rituales y plegarias pueden contrarrestarlas – Aunque, desde mi punto de vista, lo que acontece es un «desdoblamiento» de la personalidad divina en sus facetas, llamemos.., «maligna» y «benigna» – . A raíz de la anterior bifurcación teológica,  aparece el concepto de “demonio“. Un ente que será hijo de los dioses y la representación de los humanos padecimientos, tanto físicos como económicos, y cuyo propósito es el castigo  ante el suceso de su “ausencia de moralidad”.  Tales comportamiento éticos emanan de unas conductas establecidas por los propios dioses – Los infortunios surgían como consecuencia de una culpa o infidelidad hacia el dios. Se suponía que únicamente la voluntad del dios protector era la que permitía que las invocaciones de brujas y hechiceros, u otros dioses, a los demonios provocadores de padecimientos llegaran a fin – que además incorporarán otros rituales de tipo mágico y adivinatorio. En contraposición a los «seres malignos» nos encontramos a la pareja bienhechora personal del creyente: El «Ilu» y la «Ashtaru». El Ilu viene a definir al dios o la «Bienaventuranza Divina», y a los que se unen otros dioses menores de carácter benéfico, caso de “lamašu” y  “shedu”– Como nota anecdótica decir que shedu, también llamados “kerub(u)”, son el origen, en plural,  del término hebreo “querubín” – y que refundirían, a lo largo de Oriente Próximo y Egipto, todos los anteriores preceptos agrícolas, hacia los ancestros y hacia la «diosa-madre», manteniendo, exclusivamente, el simbolismo positivo de los diferentes actores. Tales preceptos, con los avatares propios del tiempo y con algunas incorporaciones de origen persa sasanida, prevalecerán, en cultos principalmente solares,  hasta bien entrada la nueva era.

« Cuando llamamos al grano, Ceres, o  al vino, Liber, nos referimos a una forma de hablar. ¿Hay alguien tan loco como para pensar que se está comiendo a un dios…? » Pasaje de «Natura Deorum», libro III,  XV, 41. Marco Tulio Ciceron. Siglo I a.c.

Como he mencionado antes y en contrapunto, existieron corrientes religiosas hacia la Naturaleza que subsistieron y resurgieron evolucionadas alrededor del siglo VI a.c., tras el general «cisma teológico» del II milenio a.c. en Oriente Próximo y el incremento de la impronta de la Hélade griega en el Mediterráneo Oriental. Éstos cultos, que tenían un fuerte componente mistérico, estaban, por una parte, basados en la antigua simbología  y rituales de los cultos hiero gamos, y, por otra parte  de cultos agrícolas que un día se extendieron por el Mediterráneo Oriental. Así, éstas creencias se acompañaban de algunos de los preceptos principales de aquellas, tales como la  reencarnación y los conceptos asociados a la metempsicosis del alma. En relación a estos acontecimientos, consecuencia del auge tracio-macedonio y frigio durante los principios del I milenio a.c, aparecen los cultos a Sabazius – una versión de Dyaeus o «Dyaeus Pitar», el común dios solar supremo indoeuropeo desde el Paleolítico. Según la mitología griega, hijo de Cibeles/Attis – unidos también a los antiguas devociones al dios Pan. Fruto de éste sincretismo religioso – cultos hierógamos, solares y agro-naturales – aparece la figura de una nueva entidad deífica: El dios Dionisos. 

Dionisos, según el mitema griego, fue hijo de Zeus y Semele, la diosa que incitaba a la pasión a la mujeres. Las ninfas del monte Nisa – Monte Nisa que  muy posiblemente corresponda con el Monte Sipilo, ancestral residencia de la «Diosa-Madre» anatólica Cibeles –  le criaron, tras desarrollarse su feto cosido a la pierna de Zeus tras la muerte de su madre, en una sombría gruta – Las ninfas personifican a los diferentes aspectos de la Naturaleza. Aparecen asociadas a la diosa Artemisa y/o Demeter, la versión griega de la antigua diosa cretense Potnia Theron, y al dios Pan -, cuyas paredes estaban recubiertas por los pámpanos de un frondosa vid y que crecía al mismo ritmo del dios. Con el tiempo, el joven dios, se convirtió en «Señor de la Naturaleza Agreste» y cuya corte principal la componían sátiros, silenos y ninfas. Durante la fiestas en honor del dios, las Dionisíacas, sus adeptos alcanzaban tales niveles de éxtasis que creían que su alma se unía a la divinidad (S. Segura, 2012). Un hecho significativo, y a diferencia de los cultos de Oriente Pŕoximo del II milenio a.c. antes comentados, es que cualquiera, independientemente de su nacionalidad, podía acceder y participar en sus rituales, lo que beneficiaba la expansión de su culto.

A su vez, y durante la dinastía Ptolomea en Egipto, a partir de siglo IV a.c., y ante la semejanza entre los cultos hacia Isis y Osiris, y Dionisos, y de forma recíproca, se influenciaron en sus dogmas y rituales.  Tal es así, que por ejemplo en las Dionisíacas se incluía a menudo una comida ritual en la que los fieles «tragaban» al dios y se hacían partícipes de su divinidad, al igual que ocurría en las Bacanales del  «Dionisos romano», Baco, donde se bebía vino y se comía para ser «poseídos» por el dios. (J.L. González, 2010). De hecho, la conversión o transubstanciación según el dogma católico, del pan y del vino formaban parte del  común  ritual dionisíaco romano,  tal y como critica Cicerón en siglo I a.c. en su «De Natura Deorum».

Dicho esto, aunque parezca sorprendente, los cultos agrícolas hacia Yahweh – Sabiendo que el termino «judío», «ioudaioi» en griego,  procede de un seguidor de las creencias hacia Dionisos y llamado Oudaios, mal asimilando los Sabbath hebreos con los rituales hacia Sabazius. Decir, como anécdota, que el sinónimo de «akelarre» proviene de la misma asociación –, nunca se vieron influenciados por las creencias egipcias y macedonias, debido a ese «poso puritano» del dogma hebreo,  por mas que insistiera en ello Seleuco Nicator en el 168 a.c. y que pasajes de Macabeos pueden atestiguar. Si bien, si conservaría toda la simbología de las fiestas hacia la Fertilidad, antes mencionadas, así como a sus rituales, existiendo un diluido nexo de «comunión» con dios que heredaría como premisa el cisma judío de Josué/Jesús y el cristianismo de Paulo, el hebreo  nacido en la ciudad de Tarso y de educación greco-anatolia.

Referencias y mas información:

«The History of Cannibalism» K. Lukaschek (2001)

«Historia del Pensamiento Cristiano» J.L. González (2010)

«The Origin of Osiris and his cults» J.G. Griffiths  (1980)

«Cybele and Attis: The Myth and the Cult» M.J. Vermaseren, (1977)

«Dionysian and Orphic Eschatology. New Texts and Old Questions. Masks of Dionysos » Graf (1993)

Imágenes:

es.wikipedia.org

lizgloyn.wordpress.com

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