En ningún momento debe ser tema de debate que el zoroastrismo tenga una profunda influencia en el judaísmo postextílico, mas si se tiene en cuenta que con posterioridad a la conquista de Babilonia por Ciro, el Grande, – Ciro II, fundador de la dinastía persa aqueménida, 559- 530 a.c. ? – en el años 538 a.c. los israelitas cautivos tuvieron la posibilidad de regresar a Jerusalem. Si bien tanto los exiliados que volvieron como los que permanecieron quedarían sujetos al dominio persa, siendo estos últimos la inmensa mayoría y los que redactaron el Talmud Babilónico.
Por estas fechas empezaba la corriente filosófica zoroástrica a dejarse sentir en el imperio iranio. mas fue doscientos años mas tarde con la conquista de Persia por Alejandro Magno – Alexandros III de Macedonia, 353-323 a.c. – cuando sus dogmas fueron generalmente aceptados. La “Creciente Fértil”, y por tanto Canaan/Palestina pasó a formar parte del sector occidental del imperio macedonio, y que fue regido por Seleuco, – Seleuco I, Nicator, 358?- 280 a.c. uno de los generales de Alexandros – siendo durante éste periodo cuando se documenta el resurgir dentro de la literatura religiosa judía de un nuevo género: El llamado «apocalíptico».
Estos escritos postrimeros están cargados de indudables huellas de los principales dogmas del zoroastrismo. Así se advierten nuevas visiones sobre el Cielo y el Infierno, el Juicio después de la muerte unido al fin del mundo. También se renueva la percepción sobre la jerarquía angélica , así como del pretérito dualismo entre el Bien y del Mal que ahora estarán adscritos a la existencia de dos ejércitos combatientes. Ejércitos que dispondrán de sus propios caudillos, Miguel y Satanás, y cuya lucha desembocará en un reino mesiánico en el que prevalecería el bien. Habría que puntualizar que Alejandro no tuvo en muy alta consideración las filosofías de Zaratustra, ya que asociaba su ideario con la anterior dinastía aqueménida vencida, pero la impronta que sus doctrinas escatológicas dejaron en el pensamiento del mundo pérsico bastaron para que el siglo II a.c. constituyeran ya parte integrante de los nuevos escritos apocalípticos judíos. Textos tales como el libro de Daniel – posiblemente escrito durante la revolución macabea, 167-142 a.c. aprox. – y, entre los apócrifos del Antiguo Testamento, el libro de Enoc – las referencias sobre su redacción en Egipto datan del siglo I a.c. hasta el siglo I d.c. – o el Testamento de los doce Patriarcas.- finales del siglo II d.c. – Esta anexión al culto hebreo aconteció incluso a expensas de la propia presión ejercida por parte del imperio seleúcida, o asiático, macedonio sobre los judíos, año 198 a.c. aprox., para que adoptaran las costumbres y la religión griegas. Situación que llegó a la represión religiosa con la subida al trono del rey Antíoco en el año 175 a.c. – Antíoco IV, Epífanes, 215- 163 a.c. – y su exigencia en la adoración a los dioses Zeus y Dionisios. Lo dictámenes de tal represión prohibían al pueblo de Israel, en otros, guardar la fiesta del Sábado, la circuncisión de los hijos varones e incluso la posesión de alguna copia de las escrituras hebraicas. Tal era así que como dictamen culminatorio, Antíoco, ordenó erigir un altar a Zeus en el Templo de Jerusalem y dio orden de sacrificar cerdos, animales impuros para la religión judía, en su recinto. Según relata la tradición judía, cuando el sumo sacerdote del Templo, Matatías, recibió la orden, Modein dió muerte al mensajero y puso en marcha un levantamiento que sus hijos Judá, Jonatán, y Simón culminaron con un nuevo breve periodo de independencia hebreo, lo que se conoce como la «Época de los Macabeos» entre el 164-63 a.c.. Con posterioridad, y como consecuencia de las luchas intestinas dentro del ámbito religioso-político judío, sobrevino un estado de guerra civil que tuvo como final la anexión del reino de Israel, año 63 a.c., por parte de Roma con la entrada del general Pompeyo en la ciudad de Jerusalem.
Fue a principios del período seléucida cuando se escribió el libro de Daniel. Texto que describe la «abominación de la desolación» perpetrada por Antíoco – llamado «el cuerno pequeño» en el texto y retratado como la encarnación suprema del Mal –. La sublevación de los hijos de Matatías y los acontecimientos subsiguientes, son relatados en los libros apócrifos de los Macabeos, pero aunque el pensamiento en ésta época turbulenta se movía hacía la pesadumbre y la «Apocalípsis», como suele suceder en tiempos de crisis, explícitamente no tuvo una impronta acusada sobre los originales esquemas zoroástricos. No obstante, la escatología del libro de Daniel posee una redacción y un ideario muy diferente a la que podemos apreciar en los «escritos proféticos» judíos anteriores, dando lugar a la aparición de las primeras referencias a los arcángeles Miguel y Gabriel, o en el caso del libro de Enoc, Uriel y Rafael, apreciándose en ésta angelología una evidente convergencia con la estructura prototípica iraní – más exactamente al libro de los Gathas – a diferencia de las futuras conceptualidades mazdeístas. De modo paralelo, la «Esperanza Mesiánica» fue tomando forma en las creencias hebreas posteriores al exilio babilónico, así como la nuea estructura dual «Bien-Mal», cristalizando en una fuente personalista del Mal que posteriormente conduciría a una progresiva asimilación entre ambos sistemas filosóficos.Es de anotar que si bien en un principio la redacción de cada uno de ellos mantuvo unas premisas basadas en una historia y tradición propias, la convergencia se acentúa progresivamente durante el periodo macabeo hasta el punto que al término de éste la escatológica iránia terminaría siendo la prevaleciente.
« Ó Mazda, cuando sea puro, y tu palabra y Khashathra Vohu Mana ( ó Bahman, personificación del «Buen Pensamiento», uno de los atributos de Ahura Mazda) estén con nosotros, el mundo caminará hacia el buen entendimiento y la justicia. El ángel Armaiti (Spenta Armaiti ó Esphand, otro de los seis Ameshas ó «inmortales santos», espíritu femenino protector del mundo, representa a la devoción del creyente) alegrará los corazones de los hombres y las mujeres serán liberados con la luz del amor y la fé, que los guiará en pos de la verdad, pues nadie tiene el poder de confundir al dios todopoderoso, símbolo de la sabiduría y el conocimiento. » Yasna 43, 6
Resulta preclaro que la creencia en el Juicio y el Día del Señor estaba hondamente enraizado en la religión hebrea, pero la delineación detallada del escatología posterior y las doctrinas acerca de la «Resurrección» fueron indiscutiblemente el resultado de la influencia ejercida durante las épocas macedonia y macabea. La idea del «Hijo del Hombre» y la doctrina tardía de las «Postrimerías» que aparece en las «Similitudes» o «Libro de las parábolas de Enoc», así como el apócrifo 2 Esdras 13, llegaron con toda probabilidad al judaísmo desde Persia, donde el «Saoshyant «– En la escatológica zoroástrica es el último de los tres enviados que cada 1000 años llegaban a los hombres. Responsable de la renovación espiritual que dará paso al final del mundo ó Frashokereti – se había convertido en la figura central del cuadro escatológico. La destrucción hebrea del mundo por el fuego se ajusta a las teorías apocalípticas iránias, pero también es cierto que éstas funestas narraciones eran compartidas tanto por los estoicos del imperio romano como por las escuelas filosóficas helenas y cuya semejanza posiblemente sean fruto de un intercambio ideario de «ida y vuelta» establecido sobre una base común filosófica primigenia.
« Los Karapans (sacerdotes de las creencias anteriores a la reforma zoroástrica) y los Kavis ( príncipes protectores de los anteriores) han tiranizado a la humanidad. Sus malas acciones han destruido la vida. Ciertamente la conciencia de alguien así le atormentará el alma. Por lo tanto cuando lleguen al Puente del Juicio, (ó Puente Chinvat ) morarán para siempre en la Casa de la Mentira ( ó Infierno)» Yasna 46, 12
Referencia e imágenes:
«Zoroastrismo y judaísmo» Historia de las religiones. E.O. James (1991)
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